domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Luis Buñuel

Los ojos abiertos, los ojos cerrados
Zaragoza 1900 - México 1983

Nació con el siglo que le acompañará a lo largo de sus mayores aventuras intelectuales y políticas, como son el surrealismo y el comunismo, ambas indisociables en su espíritu. Recibió una educación estricta con los jesuitas y quedará marcado por "ese horror por el sexo propio de la religión católica", a pesar de que "el sentimiento de pecar puede resultar delicioso".
 
En Madrid cursó estudios de ciencias naturales (descubrimiento clave de El origen de las especies de Charles Darwin) y, en la Residencia de Estudiantes, trabó amistad con Federico García Lorca y Salvador Dalí, mientras que en el cine-club se apasiona por las comedias cómicas americanas. Bajo la influencia de sus amigos, se entrega a la literatura y se pone a escribir. Fue en París, a partir de 1925, donde empezó a dedicarse al cine y debutó como ayudante. Buñuel lee a Sade, a Nietzsche y, sobre todo, a Freud, un punto en común con Fritz Lang, cineasta que resultó decisivo en su vida, ya que fue al ver Las tres luces (Hitchcock dirá lo mismo) cuando a Buñuel le entraron ganas de dedicarse al cine.

Su vida experimenta un giro con el cortometraje Un perro andaluz (1929), realizado gracias al dinero de su madre y plebiscitado por el grupo surrealista, al que se une. A partir de La edad de oro (1930), prohibida por la censura, perdemos de vista a Buñuel durante largos años, aunque durante este tiempo no renuncia al cine. Los olvidados (1950), filmado en México, en donde Buñuel reside desde 1946, es denigrado pero gracias al premio a la dirección recibido en Cannes en 1951, la película logra relanzar la carrera, seriamente amenazada, del realizador.

A lo largo de toda su vida, Buñuel ha necesitado amigos y cómplices. Ya se trate de productores como Gustavo Alatriste, en México, o de Serge Silberman, en Francia, o de inspiradores de ideas, como Salvador Dalí, o de guionistas como Luis Alcoriza y Julio Alejandro (México, España) y Jean-Claude Carrière (Francia). Desde que conozca a Fernando Rey con Viridiana (1961) convertirá a este actor en su doble. A través de él se verá envejecer y, sobre todo, con sentido del humor, aburguesarse. En cuanto a Catherine Deneuve (Bella de día, 1967; Tristana, 1970), se convertirá en la segunda heroína rubia hitchcockiana de las películas de Buñuel, tras Silvia Pinal (Viridiana; El ángel exterminador, 1970).
Buñuel, camaleón bromista, ha realizado películas francesas en Francia, españolas en España y mexicanas en México siendo siempre él mismo. Este apátrida tiene como única patria a la religión católica, con la que mantiene una relación de amor-odio ("La Iglesia católica ha tenido el mérito de crear una arquitectura, una liturgia, una música que me conmueven"), por su hipocresía con respecto a la sexualidad y los abusos de poder que llevó a cabo durante la Inquisición, pues Buñuel ha detestado siempre a los fanáticos, a los que detentan la verdad. En sus películas le ha gustado pervertir el ritual religioso convirtiéndolo en ceremonia erótica (el famoso principio de Él, 1953; con el lavamiento de los pies de los apóstoles, Ensayo de un crimen, 1955). Para Buñuel, comer es una necesidad vital que garantiza la supervivencia (Las Hurdes 1932; Los olvidados) y también una ceremonia religiosa (la versión grotesca de la última cena en Viridiana) o burguesa (El discreto encanto de la burguesía, 1972). El mejor cine de Buñuel se sitúa en la intersección del mundo de la necesidad, regido por la comida y el sexo, y el teatro de la existencia, cuya puesta en escena está regulada por la religión y las convenciones burguesas.

Respecto a sus películas, Buñuel distinguía aquellas que había dirigido con los ojos cerrados de las que había concebido con los ojos abiertos. En la primera categoría se inscriben El perro andaluz y La edad de oro, construidas según la lógica del sueño o del sueño en vigilia (asociaciones libres, como en la escritura automática de los surrealistas). A la segunda, pertenecen Las Hurdes, documental en el que mira de frente a la miseria. A partir del momento en que sus películas, desde Los olvidados, son realizadas con los ojos abiertos (la delincuencia en las chabolas) y cerrados (los sueños de los personajes), alcanzan su verdadera dimensión, la del retrato del hombre con la realidad visible de su existencia y su parte oculta (el mundo imaginario, el inconsciente), pero igualmente esencial.

A Buñuel le encanta mostrar el desfase entre lo que un personaje dice y lo que hace, entre lo que desea (su ideal, su deseo, su voluntad) y lo que realiza. Un hombre desea a una mujer sin conseguir sus fines (Ese oscuro objeto de deseo, 1977), unos burgueses quieren reunirse para comer sin conseguirlo (El discreto encanto de la burguesía), otros quieren salir de una habitación pero su voluntad se ve coartada. Entre el deseo y su realización, el camino es complicado. La realidad consiste para Buñuel en el teatro de una voluntad contrariada, alternativamente cómica o trágica por su violencia y su crueldad. A través de sus películas, le gusta mostrar hasta que punto la civilización, las buenas costumbres, se convierten en un frágil barniz en cuanto la promiscuidad es forzosa (El ángel exterminador), reduciendo a los burgueses a la condición de bárbaros, a un estado animal (piénsese también Robinson Crusoe y la vuelta forzada al estado salvaje). El hombre, según Buñuel, es tan contradictorio que se acerca al animal (la comida para su supervivencia y la sexualidad para la continuidad de la especie) y se aleja de él al mismo tiempo, ya que es un ser de deseo y, sobre todo, un animal del porqué, a quien le gusta cuestionar el origen de las cosas. Un animal racional, a menudo ilógico. El hombre pulsión asemeja el cine de Buñuel al de Stroheim, su maestro, mientras que el hombre en búsqueda del objeto de su deseo (la mujer) lo acerca al Hitchcock de Vértigo.

Buñuel siente afecto por el sacerdote de su película Nazarín (1958) porque se trata de un idealista que, pese a las dificultades, intenta vivir según los preceptos del Evangelio: "Admiro al hombre que permanece fiel a su consciencia, en el fondo, siempre he elegido al hombre contra los hombres". Una paradoja sorprendente para un comunista de corazón, con un "pesimismo lúcido", según sus propias palabras, que su obra ha intentado elucidar, no mediante la apología del individuo sino desvelando la amarga lección de la humanidad del hombre. Desde que Buñuel cerró definitivamente los ojos, en 1983, su cine, tan increíblemente abierto a todo lo que el hombre es capaz de hacer, incluido lo peor, nos sigue haciendo muchísima falta.

FILMOGRAFÍA
1929 - Un perro andaluz (C)
1930 - La edad de oro (L'âge d'or)
1932 - Las Hurdes (Tierra sin pan)
1946 - Gran Casino
1949 - El gran calavera
1950 - Los olvidados
1950 - Susana demonio y carne
1951 - La hija del engaño / Don Quijote el amargao
1951 - Cuando los hijos nos juzgan / Una mujer sin amor
1951 - Subida al cielo
1952 - El bruto
1953 - Él
1953 - Abismos de pasión / Cumbres borrascosas
1953 - La ilusión viaja en tranvía
1954 - Robinson Crusoe (Aventuras de Robinson Crusoe)
1954 - El río y la muerte
1955 - Ensayo de un crimen (O la vida criminal de Archibaldo de la Cruz)
1956 - Así es la aurora
1956 - La muerte en el jardín
1958 - Nazarín
1960 - Los ambiciosos
1960 - La joven
1961 - Viridiana
1962 - El ángel exterminador
1964 - Diario de una camarera (Le journal d'une femme de chambre)
1965 - Simón del desierto
1967 - Bella de día (Belle de jour)
1969 - La Via Láctea
1970 - Tristana
1972 - El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie)
1974 - El fantasma de la libertad
1977 - Ese oscuro objeto de deseo

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