domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Orson Welles

El exiliado
Kenosha 1915 - Los Ángeles 1985

Increíblemente precoz, Orson Welles tiene Hollywood a sus pies con tan sólo 25 años. Pero Hollywood lo rechazará con la misma facilidad con la que lo acogió. Condenado a errar, va de papel en papel, en películas dirigidas por otros, con lo que obtiene magros recursos para financiar sus propias realizaciones, cuyo montaje irá completando al filo de su peregrinajes.

Huérfano de padre y de madre a los trece años, Orson Welles recorre Europa y Estados Unidos con su tutor, forjando su inmensa cultura. Tras mentir sobre su edad, consigue que lo contraten para un teatro a la edad de dieciséis años. A los diecinueve, funda y dirige la compañía del Mercury Theatre, que cuenta con numerosos actores mayores que él. Sus puestas en escena de Shakespeare (un Macbeth "vudú" y un Julio César "camisa negra" fascista) lo convierten en una personalidad emergente. Traslada sus actores y sus proyectos a la radio, concretamente con su famosa adaptación de La guerra de los mundos, de H. G. Wells (1938).

La RKO le da carta blanca total para realizar e interpretar una película en Hollywood. Dirige Ciudadano Kane (1941) con unos medios que no volverá a tener nunca. El guión original de Herman Mankiewicz presenta una estructura en flashbacks no cronológica totalmente inusual en aquella época. Pero se extiende el rumor de que se trata de un retrato encubierto del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Pese a las amenazas de boicot, la película llega a estrenarse y ocupa su lugar en la historia. Aunque no cosechó un inmenso éxito, tampoco fue un fracaso como se ha dicho en ocasiones. Como prueba de ello, la RKO mantiene su apoyo a Welles, que emprende tres ambiciosos proyectos más al mismo tiempo. Quizás fuera esa dispersión la que más le perjudicara. Se le retira el montaje de El cuarto mandamiento y sus dos otros proyectos son abandonados.


Orson Welles en Ciudadano Kane

Aceptado como actor, Orson Welles quiere que se le acepte también como cineasta. Con El extraño (1946) demuestra que es capaz de dirigir un thriller clásico con un presupuesto y plazo dados; con La dama de Shanghai (1948) demuestra que puede dirigir a una estrella como Rita Hayworth (de la que se acaba de divorciar).

Pero es en vano. Se le recuerda una y otra vez el fracaso de su adaptación de Macbeth.

A partir de entonces, Orson Welles se dedica a buscar financiación para realizar sus proyectos. Viajará de América a Europa, al hilo de sus contratos como actor, llevando con él su legendaria mesa de montaje, que le permite trabajar con sus propias películas, que filma entre dos interpretaciones.




Cada una de sus películas es un golpe maestro: Otelo (1952), Mister Arkadin (1955) o Campanadas a medianoche (1966). También son muchas las películas que filma a lo largo de varios meses, incluso varios años, sin ponerles nunca el punto final. Su regreso a Hollywood, para dirigir un thriller magistral, Sed de mal (1958), no tendrá continuidad. Fue gracias a la televisión francesa que pudo filmar su última obra maestra, Una historia inmortal (1968), con la que abordará por vez primera el color.

Su inteligencia y su personalidad le permiten arrastrar tras su estela a una serie de colaboradores fascinados, que aceptan trabajar con sueldos bajos (o incluso sin remuneración alguna): Jeanne Moreau, Marlene Dietrich, Lilli Palmer, John Gielgud, y muchos más que no se resistirán a su llamada. Cual experimentador apasionado, quien sorprendiera a Hollywood por los planos secuencias desmesurados de Ciudadano Kane y El cuarto mandamiento, investiga también con el montaje troceado, concretamente en Otelo (1952), una de sus obras maestras, que podría utilizarse con fines pedagógicos. Pero también se supera a sí mismo con planos secuencias interminables, tal como hará con la vertiginosa obertura de Sed de mal (1958, un acrobático plano secuencia que pasa de la frontera americana a la frontera mexicana y que termina con la explosión de una bomba).

Las innovaciones técnicas de Welles constituyen en ocasiones redescubrimientos (como por ejemplo la profundidad de campo), en otras auténticos inventos (el ámbito del sonido todavía no ha sido estudiado como merecería). Pero con modestia, al final de su vida, Welles justificaría todo eso por el amor hacia los actores a quienes quiso hacer, empezando por él mismo, lujosos regalos.

Obras llenas de vida capaces de realzar tanto la imagen (el tiroteo en la galería de los espejos en La dama de Shanghai) como la palabra (la confesión del policía corrupto en Sed de mal) y el sonido, las películas de Welles afirman la soberanía y la plenitud de un autor, desde su presencia en los títulos de crédito de Ciudadano Kane y de El cuarto mandamiento. Este alegre mistificador, que ha elevado la mentira a categoría de principio, basó varias de sus películas en la búsqueda de la identidad o en la manipulación. Siguiendo el modelo del puzzle descompuesto de Ciudadano Kane, Mister Arkadin o El proceso retomarán también esta búsqueda identitaria. Por otra parte, aunque la mentira se ponga al servicio de las maquinaciones más monstruosas (La dama de Shanghai, Macbeth, Sed de mal), también es capaz de crear una tragedia (Otelo) o incluso una historia de amor (Una historia inmortal). También puede convertirse en el simple instrumento del pudor (Campanadas a medianoche y su personaje tan conmovedor detrás de su apariencia de vividor: quizás se trate de su autorretrato).

FILMOGRAFÍA
1941 - Ciudadano Kane (Citizen Kane)
1942 - El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons)
1942 - It's All True
1946 - El extraño (el extranjero) (The Stranger)
1948 - La dama de Shanghai (The Lady from Shanghai)
1948 - Macbeth
1952 - Otelo (Othello)
1955 - Mister Arkadin (Cofidential Report)
1958 - Sed de mal (Touch of Evil)
1962 - El proceso (The Trial)
1966 - Campanadas a medianoche (Chimes at Midnight)
1968 - Una historia inmortal (Une histoire immortelle)
1975 - Fraude (F for Fake)
1978 - Filming Othello

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