domingo, 21 de julio de 2013

DIRECTORES: Sergei M. Eisenstein

Artista revolucionario
Riga 1898 - Moscú 1948

Tan sólo seis largometrajes concebidos y finalizados por Eisenstein en persona en 23 años han sido suficientes para consagrarlo como uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos. Por otra parte, ha dejado esbozos, notas y centenares de páginas repletas de sus enseñanzas, que lo han convertido en uno de los mayores teóricos del cine. 


Este cineasta, fallecido a los cincuenta años, realizó sus películas en medio de adversidades de todo tipo, políticas y económicas. Uno de sus proyectos, El prado de Bezhin (1935), fue víctima de la censura estalinista. Otra película, rodada en México gracias al apoyo de independientes americanos, únicamente ha podido ser visionada con montajes realizados por otros, en absoluto fidedignos (Tormenta sobre México, 1933, o ¡Que viva México!). En cuanto a la segunda parte de Iván el terrible (1945-1946), no fue autorizada hasta transcurridos diez años desde su muerte.

Partidario de la revolución, Eisenstein se integra en los círculos de artistas de vanguardia. Se relaciona con el Frente izquierdo del arte, animado por Maïakovski, el teatro no realista de Meyerhold y los cineastas Vertov y Koulechov. Se familiariza con las reglas de la dialéctica, con las formas de teatro chino, con los aportes del constructivismo e introduce en la escena un collage de elementos heterogéneos ("excéntricos", según el término reivindicado por él), pero el cine le ofrece un terreno de acción más favorable que el teatro.

Tan sólo cuenta veintiséis años cuando filma su primer largometraje, en la órbita del Proletkult, una organización cultural dedicada a la creación del arte revolucionario. El resultado es La huega (1924), un ensamblaje de acontecimientos acaecidos en diversos escenarios anteriores a la revolución, un relato centrado sobre las masas en movimiento, cuyos personajes no son individuos sino grupos (obreros, chivatos de la policía, el ejército). Practica el montaje por analogía, concretamente en la escena de la masacre, hecha en paralelo con la de un buey llevado al matadero.  

El protagonista también es un colectivo en El acorazado Potemkin (1925), en donde triunfa la técnica del montaje, con la famosa secuencia de la escalera de Odessa, en la que Eisenstein estira el tiempo e inserta las estatuas de los leones en tres posturas distintas. Un rasgo heredado del constructivismo y del simbolismo que volveremos a encontrar en Octubre (1927), con la utilización en diferentes estados del relato de la estatua del zar. La dinámica del relato descansa en una serie de contrapuntos visuales, de choques que sobrepasan el efecto instantáneo para permitir que el espectador perciba un significado. Tal como él mismo afirmó en un artículo de 1923, aplica en este caso la estructura del ideograma, la unión entre el signo y el sentido, una combinación de detalles susceptibles de producir una representación de otro orden. La búsqueda de una idea que nazca "de la colisión de planos independientes" se opone al montaje simplemente narrativo.

Del mismo modo en que El acorazado Potemkin fue realizado para conmemorar los acontecimientos revolucionarios de 1905, Octubre celebra el décimo aniversario de la revolución; es la película que mejor ilustra esta forma de proceder "ideogramática", puesta al servicio de un relato que se permite -visto el entorno político- algunas simplificaciones, y cuyo montaje se siente atraído por el eslogan (la puesta en escena del leader burgués kerenski). De todas formas, lecturas más recientes y el conocimiento de las versiones más completas de la película tienden a poner de manifiesto la existencia de un fondo de escepticismo en el director.

Eisenstein trabajó durante mucho tiempo en Lo viejo y lo nuevo (1929), que versa sobre la colectividad del campo. Aunque sometido a las presiones derivadas de los cambios de la política económica, ofrece un gran poema visial sobre la modernización, es decir, sobre los kolkhozes y el maquinismo, temas que aborda con lirismo y hasta con un cierto sentido del humor. En plena época estalinista, emprende el rodaje, en 1935, de la historia de Pavel Morozov, un niño asesinado tras haber denunciado a unos padres hostiles a la reforma agraria y que se había convertido en un icono de la propaganda. Esta película, El prado de Bezhin, constantemente retocada y contestada por la censura, no fue nunca acabada y tan sólo la conocemos por unos fotogramas.

El presentimiento de la guerra y el clima de exaltación nacional crearon las bases para Alexander Nevski (1938), inspirada en el combate de las tropas rusas contra los caballeros teutónicos y su victoria en el lago Peipous, en el siglo XIII. Cada uno de los planos ilustra el talento pictórico del autor en una película que conserva una cierta teatralidad heredada del cine mudo, pero que representa ante todo un trabajo sobre el contrapunto, que se extiende en este caso al sonido (que hasta entonces había suscitado su hostilidad) y a la música, compuesta por Prokofiev en estrecha colaboración con el cineasta. Constituye un fresco que se basa en algunas figuras individuales muy arquetípicas (a riesgo de resultar esquemáticas), una epopeya donde se fusionan las imágenes y el flujo musical. A esta primera película hablada, le sigue Iván el terrible (1944-1945) la integración del color -aunque únicamente en las últimas secuencias de una película de la que no podrá filmar la continuación-.A partir de Alexander Nevski, el montaje de Eisenstein tiende a evitar lo simbólico y el tándem yuxtaposición-oposición en beneficio de una narración menos metafórica. Iván el Terrible se centra en al personalidad del primer zar de todas las Rusias, al servicio de una meditación sobre la violencia del poder (lo que explica su prohibición por el propio Stalin) a través de secuencias de una gran belleza artística, que favorece una lectura plural.

Fragmentaria, si confrontamos lo que ha realizado con lo que ha proyectado y teorizado, la filmografía de Eisenstein no constituye únicamente la obra rotundamente moderna de un poeta y de un cronista de la revolución. Revela a un artista en permanente proceso de búsqueda y para quien el cine era en primer lugar un discurso estético, preocupado por la relación con el público. Pese a las revisiones a las que su obra ha sido sometida con cada nueva generación de críticos y de historiadores, es de obligado reconocimiento que sus creaciones y sus utopías siguen alimentando la reflexión cinematográfica.

FILMOGRAFIA
1924 - La huelga (Stachka)
1925 - El acorazado Potemkin (Bronenosets Potyomkin)
1927 - Octubre (Oktyabr)
1929 - Lo viejo y lo nuevo (la línea general) (Staroye i novoye)
1933 - Tormenta sobre México
1938 - Alexander Nevski
1944 - Iván el Terrible. Parte I (Ivan Groznyy I)
1945 - Iván el Terrible. Parte II (La conjura de los boyardos) (Ivan Groznyy II)

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