domingo, 28 de julio de 2013

DIRECTORES: Vittorio de Sica

La cámara en la calle entre hombres del montón
Sora 1901 - Neuilly-sur-Seine 1974

Poseedor de una carrera especialmente fecunda -una treintena de películas como director, además de un centenar como actor-, Vittorio de Sica ha firmado unas cuantas obras que se encuentran entre los grandes clásicos de la historia del cine.



Hombre de espectáculo, es una de las figuras más representativas de la revolución del cine italiano entre los años 1930 y 1970. Su carrera está repleta de contradicciones, de entusiasmos, de abandonos y de aquellas reacciones valientes que caracterizaron una época atormentada. Para recoger la trayectoria incomparable del hombre y del cineasta Ettore Scola le dedicó Una mujer y tres hombres.

Nacido en 1901, De Sica pasa su infancia en Nápoles. En 1912 se traslada con su familia a Roma y muy pronto, paralelamente a sus estudios de contabilidad, se interesa por el teatro y el cine. A partir de principios de los años 30, se convierte enseguida en uno de los actores más cotizados en las comedias sentimentales, que le permiten expresar plenamente su simpatía innata. Adulado por el público, De Sica habría podido contentarse durante mucho tiempo con su exitosa carrera como actor. Sin embargo, a finales de la década de 1930, se siente atraído por la dirección. En 1939 dirige su primera película, Rosas Escarlatas, una obra que retoma el diseño de las brillantes comedias que había protagonizado durante todos esos años. A continuación, firma una serie de películas en las que evidencia una exigencia creciente y de las que va desapareciendo progresivamente como actor, Maddalena, zero in condotta (1940); Nacida en viernes (1941); Recuerdo de amor (1941); Con I bambini ci guardano (1944), una comedia dramática que anuncia las temáticas del movimiento neorrealista, el cineasta alcanza la madurez estilística (la película es filmada en 1942, pero no se estrena hasta 1944).

De Sica aborda los años de posguerra motivado por el profundo deseo de participar en la reconstrucción moral de la sociedad italiana. Realiza, en colaboración con el guionista Cesare Zavattini, sus películas más famosas, El limpiabotas (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Milagro en Milán (1950), Umberto D (1952). Esta tetralogía constituye una de las cimas del movimiento neorrealista. De Sica utiliza todos los recursos de la crónica, pone en escena a personajes auténticos interpretados por actores no profesionales, filma en decorados naturales, sin por ello renunciar a un trabajo preciso sobre la forma y la construcción de la imagen, utilizando en caso necesario la luz artificial -incluso en la calle- y los recursos del estudio.

El limpiabotas narra el destino trágico de dos pequeños limbiabotas arrastrados por los adultos en el tráfico del mercado negro. Ladrón de bicicletas se basa en un guión minimalista. Cuenta la triste aventura de Ricci, el obrero a quien le roban su bicicleta y que, privado de su herramienta de trabajo, acaba por intentar a su vez robar un objeto vital. Su valía se debe tanto a la expresión de la desesperación individual como a la reivindicación colectiva del derecho al trabajo. Con Milagro en Milán, la colaboración De Sica con Zavattini alcanza su punto culminante: rodada en la periferia de Milán en un descampado en donde se alzan las chabolas de los mendigos, la película recurre a actores no profesionales, al igual que a actores experimentados como Emma Gramatica o Paolo Stoppa. La aventura de Totò il buono, que en su ingenuidad cree en un mundo justo, desemboca en la necesidad de evadirse hacia un mundo imaginario. Pese a las polémicas que suscitó en Italia, la película es presentada en el Festival de Cannes, en donde obtiene la Palma de Oro en 1951.

Tras el drama de la infancia desgraciada, del paro y de la marginación, De Sica evoca con Umberto D el mundo de los jubilados que caen en la miseria. Drama de soledad, de pobreza, de vejez, esta película es en parte la quintaesencia del arte de De Sica. Desde mucho tiempo atrás criticado por sus compromisos humanitarios -los comunistas le reprochan que no aluda nunca a la lucha de clase-, De Sica se ve sobre todo confrontado a la hostilidad de la democracia cristiana. En Cannes, las presiones italianas impiden que la película obtenga la Palma de Oro, que va a parar finalmente a Due soldi disperanza de Castellani. De este modo, económicamente estrangulado y sin apoyo político, De Sica se enfrenta a lo largo de la década de 1950 a grandes dificultades para proseguir en la dirección que le gustaría. Estación Termini (1952) es un curioso híbrido entre la herencia neorrealista y el género novelesco hollywoodiense. L'oro di Napoli (1954) le permite retratar la ciudad de su infancia. Con El techo (1955) regresa torpemente a los relatos depurados del neorrealismo, antes de volver a cosechar el éxito con Dos mujeres (1960) basada en una novela de Moravia. Sin embargo, el insólito Juicio universal (1961) es un fracaso.

Durante esos años, De Sica, por encargo del productor Carlo Ponti, se pone en varias ocasiones al servicio de Sofia Loren. Dirige a la actriz en La riffa (episodio de Boccaccio 70, 1961), I sequestrati di Altona (1962), adaptación escasamente inspirada de la obra de Jean-Paul Sartre, Ayer, hoy y mañana, tres sketchs destinados al mayor lucimiento de la pareja Loren-Mastroianni, que volvemos a encontrar en Matrimonio a la italiana (1964) y en Los girasoles (1969). De Sica dirige también películas puramente alimenticias, así como obras decepcionantes como Un mondo nuovo (1969), un torpe cuestionamiento del aborto, o ¿Y cuándo llegará Andrés? (1972), denuncia superficial de la contaminación. Tan sólo recupera sus cualidades de forma intermitente, como con El especulador (1963), una feroz sátira de la sociedad de consumo; Amantes (1968), un melodrama sentimental para un romance auténtico entre Faye Dunaway y Marcello Mastroianni; El jardín de los Finzi Contini (1970), evocación de la deportación de una familia judía de Ferrare; Amargo despertar (1973), un conmovedor retrato de una mujer que vive un paréntesis de felicidad en una vida de privaciones. Después de una última película, El viaje (1973), De Sica se apaga en Francia.

Paralelamente a su profesión de cineasta, De Sica no interrumpe nunca su carrera de actor. De este modo, en su abundante filmografía, en ocasiones justificada por las necesidades económicas, el actor logra preservar una imagen dotada de una gran humanidad, creando algunos personajes inolvidables en las películas de Comencini (Pan, amor y fantasía), Ophuls (Madame de...), Rossellini (El general de la Rovere).

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