lunes, 22 de julio de 2013

DIRECTORES: Jacques Tati

El señor Hulot entre nosotros
Le Pecq 1907 - París 1982

Las ascendencias de Tati son múltiples: rusa, holandesa, italiana, francesa. Se matricula en la escuela de Artes y Oficios y se convierte en enmarcador artístico, como su padre. El deporte -rugby, tenis, boxeo, equitación- se convierte en su principal ocupación. En un principio como amateur (1931), después como profesional (1933), interpreta números cómicos de mimo.


El cuartel y el estadio le inspiraron "algo que se asemeja al baile, al deporte, a la sátira y a los cuadros vivientes" (Colette). A partir de 1932, intenta llevar sus números al cine. No logra concluir Oscar, champion de tennis, su primer intento. Para sus siguientes cortometrajes, se limita a las funciones de guionista y de actor. Al finalizar la guerra, Tati vuelve al music-hall. En el cine, consigue pequeños papeles (Sylvie et le fantôme, Autant-Lara, 1946; Le diable au corps, Autant-Lara, 1947). Ese último año, sustituye a René Clément, enfermo, y dirige L'école des facteurs, un cortometraje que constituye el borrador de Día de fiesta (1949). Con esta película, Tati consigue el éxito, como cineasta y como actor, tanto de público como de crítica. Día de fiesta fue rodada a un tiempo en blanco y negro y en color, mediante un procedimiento que demostró no ser válido para obtener copias para su posterior distribución. Este material, ya disponible a partir de 1987 gracias a los progresos técnicos, permite la distribución en 1995 de Día de fiesta en color. En contra del deseo de los productores, Tati rechaza rodar la continuación de su película. Opta por ser riguroso: autor y artesano. Traslada entonces el realismo de su crónica de un pueblo a un balneario. Dirige, en las condiciones precarias propias de los independientes, Las vacaciones de M. Hulot (1953). Obtiene un nuevo éxito. De ahora en adelante su carrera parece asegurada. Recibe ofertas hasta de Hollywood. Sin embargo, a partir de Mi tio (1958), premiada con un Oscar, el malentendido se instala. 

Jacques Tati en Mi tio.

Éste se irá intensificando a medida que Tati refine la originalidad de su arte (paralelamente, cuanto más caras resulten sus películas, menos éxito tendrán). ¿Cómo podría definirse una originalidad tan peligrosa? Por una escritura y una concepción muy osadas del gag, en el que el plano en conjunto domina (engloba varios gags simultáneos y los enlaza con el entorno). El plano secuencia exalta, con los gestos, los objetos, los instantes, el peso de su duración real; la banda sonora despoja a la palabra de su dimensión de significado, edifica a modo de lenguaje los sonidos y los ruidos, desobedeciendo generalmente los imperativos de volumen y de distancia. Su comicidad es novedosa, sus gags conservan los resortes de lo burlesco, aunque rechazando su contenido irracional. No sólo son realistas, sino que se pueden verificar fehacientemente: "Quiero que el gag tenga la mayor veracidad posible". Es el mundo, la vida, la sociedad quienes los proponen a el que sabe ver. Cualquiera puede hacer reir en un momento u otro; es una cuestión de conjunción entre el desorden (o el orden) y el orden (o el desorden) del mundo. Eso explica el estatus de antihéroe burlesco atribuido a Hulot y el papel cada vez menos protagonista que le reserva su creador. Los actores burlescos hacen excentricidades, proezas, obligan a la sociedad a servirlos o a liberarlos. Hulot deja que el entorno haga de las suyas, espera en cierto modo que se denuncie él mismo. Él se limita a ayudar, si es necesario al precio de una excentricidad personal o de un clásico momento de despiste. Pero el despistado olvida el mundo. Hulot no lo olvida, le toma la palabra, le obliga a entregarse. Así es como la obra de Tati (concretamente en Playtime (1968), una obra maestra de observación crítica) hay gags que pasan desapercibidos, que se "pierden" por ser muy discretos (un perro mira cómo secan un coche, eso es todo, pero en realidad el trapo se parece al pelo del perro). Su comicidad no se agota con el calificativo de visual, ya que sus trampas -como de laboratorio- son premeditadas. Sin duda, el cine de Hulot no corresponde al de un cómico nostálgico, reaccionario, como algunos han pretendido. Tati apuesta por reirse y hacer reir del mundo tal como es. Pero lo que se ha perdido, desde Día de fiesta y Las vacaciones de M. Hulot a Tráfico (1970) y Zafarrancho en el circo (1974), es innegablemente la poesía, aquella alegría de vivir que otorgaba su confianza a nuestros deseos.

FILMOGRAFÍA
1949 - Día de fiesta
1953 - Las vacaciones de M. Hulot 
1958 - Mi tío
1968 - Playtime
1970 - Tráfico
1974 - Zafarrancho en el circo (Parade)

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