viernes, 16 de agosto de 2013

DIRECTORES: George Cukor

El director de actrices
Nueva York 1899 - Los Ángeles 1983

Especialista de las formas más brillantes, con fama de ser el más prestigioso "director de actrices" de Hollywood, George Cukor ha elevado el clasicismo a su nivel máximo de perfección. Con su encanto seductor, nos describe una humanidad contrastada, en ocasiones con crueldad, aunque frecuentemente deje aflorar la emoción.


Educado en el confort de una familia acomodada de emigrantes húngaros, el joven George sólo sueña con el teatro y con los actores, por lo que se inclina naturalmente hacia esa disciplina cuando le llega la hora de elegir una profesión. Tímido, acomplejado por su físico y su homosexualidad, Cukor sólo logrará crecer en la sombra. Su fama ya empezaba a consolidarse cuando la revolución del cine sonoro lleva a Hollywood a contratar a gente del teatro con la esperanza de que su experiencia del texto pueda serle útil.

De este modo, Cukor correaliza varias películas, encargándose de los actores, mientras que un director hacia lo propio con la parte técnica. Pero, en The Royal Family of Broadway (1931), brillante rodaje de una comedia que satiriza a la famosa familia Barrymore (con la que Cukor se relacionaba), el cineasta ya no necesita esta colaboración. Sus planos secuencia son sumamente virtuosos y la calidad de la interpretación es deslumbrante. Su colaboración con Constance Bennet, una actriz ácida y divertida, marca el debut de su trabajo en solitario e inaugura una carrera que le valdrá la confianza de las actrices más extraordinarias de Hollywood, desde Jean Harlow a Marilyn Monroe, pasando por Greta Garbo, Joan Crawford, Sophia Loren, Judy Garland, Judy Holliday, Ingrid Bergman, Norma Shearer, Jane Fonda o Audrey Hepburn. La más personal de las cuatro películas de Cukor con Constance Bennett es, sin duda, Hollywood al desnudo (1932), primer esbozo de Ha nacido una estrella (1954), con Judy Garland, que algunos consideran su obra maestra.

Durante ese año crucial, 1932, Cukor impone una joven actriz sin experiencia cinematográfica frente al veterano y prestigioso John Barrymore en Doble sacrificio: Katharine Hepburn. La joven se convierte en una estrella de la noche a la mañana. Será el principio de una larguísima amistad personal y artística. Rodarán juntos diez películas, entre 1932 y 1979. Cukor exaltará en ella a la jovencísima chica (Doble sacrificio; Las cuatro hermanitas, 1933), la criatura andrógina (La gran aventura de Silvia, 1935), la mujer joven, caprichosa y seductora (Vivir para gozar, 1938; Historias de Filadelfia, 1940), la feminista (La costilla de Adán, 1949), la atleta (Pat y Mike, 1952) y la mujer madura interesada (Amor entre ruinas, telefilm realizado en 1975). A cada rostro de la actriz, a cada fase de su existencia, Cukor estará allí para inmortalizar su evolución. En el centro de esta colaboración excepcional, deben señalarse dos obras maestras irrefutables de la comedia (Historias de Filadelfia, La costilla de Adán) y una obra insólita y atrevida: La gran aventura de Silvia, un delicado retrato de la incertudumbre sexual, rechazada en su día, una de las películas más mágicas de este cineasta virtuoso y gran psicólogo.

Cukor fue frecuentemente solicitado para adaptar clásicos literarios. Sabía cómo dar vida a las creaciones de lo imaginario: Las cuatro hermanitas, David Copperfield (1935) o Margarita (1937; hasta la fecha, la versión cinematográfica definitiva de La dama de las camelias y uno de los papeles emblemáticos de Greta Garbo) constituyen obras ejemplares. Pero también supo ilustrar la literatura y el teatro contemporáneos, aportando a menudo un sentido suplementario. Así, la sorprendente Mujeres (1939), con un reparto exclusivamente femenino y que Pedro Almodóvar considera, muy justamente, como fuente de inspiración para sus propias películas, o Nacida ayer (1950), en la que la emoción sincera aparece detrás del mecanismo del boulevard. O también Luz que agoniza (que le valió a Ingrid Bergman el Oscar a la mejor actriz en 1944), thriller victoriano fascinante, el contrapunto negro de las comedias conyugales habituales en Cukor.

El color y la pantalla ancha le permiten a Cukor otorgar una nueva dimensión a su obra. Utilizará ambos con gusto y audacia, matizando con toques barrocos su clasicismo impecable. Confirió un brillo único a los proyectores de cine (Ha nacido una estrella) y de teatro (Las Girls, 1957). Desplegó en torno a Ava Gardner, una trágica mestiza desgarrada, un espectro cromático resplandeciente (Cruce de destinos, 1956). Desgarró la tranquila composición teatral de My Fair Lady (1964) con una puesta de escena atrevida: la irrupción de caballos auténticos en el decorado estilizado de Ascot.

George Cukor siguió en activo hasta avanzada edad, enamorado de su profesión y siempre solicitado por actrices deseosas de beneficiarse de su experiencia. Podemos reencontrarnos su estilo cáustico y a la vez tierno hasta la década de 1970, en el testamento Viajes con mi tía (1973), que recrea el pasado al modo de Proust, o en Ricas y famosas (1981), que rinde homenaje al tiempo que pasa y a la amistad femenina.

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