De la mitología y el arsenal anecdótico generados por la multimillonaria saga galáctica ideada por George Lucas, todo lo que se refiere al malvado oficial de la historia (el enlutado lord Darth Vader) es de lo más divertido. Existe una generación que tiene a este ser embutido en una armadura negra como el malo favorito de sus pesadillas. Esa respiración profunda, esa voz metálica... Resumiendo: que el lado oscuro de la fuerza nos ha marcado mucho. Tanto como a un actor escocés de segunda categoría, David Prowse, que obtuvo el papel solo por su elevada estatura física. No tuvo que pasar tanto calor como Anthony Daniels dentro de la armadura de C-3PO, pero también sudó lo suyo. Con Daniels acabaría enfrentado, pero no nos adelantemos. Lucas quería una presencia amenazadora para Darth Vader, y Prowse, que había sido un lobotomizado monstruo de Frankenstein en Frankenstein and the Monster from Hell (Terence Fisher, 1974), se enteró del casting por Peter Cushing, su superior en La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977). Nadie le dijo que su voz, terrible y cómicamente escocesa, iba a ser doblada por los tonos graves de James Earl Jones. Aun así, tragó repitiendo en las dos siguientes entregas, pese a decir que si Daniels podía hacer hablar al robot dorado con voz de gay inglés, él también tenía su derecho. La humillación continuó: en El retorno del Jedi (Return of the Jedi, Richard Marquand, 1983) no es el suyo el rostro que vemos cuando Vader se quita el casco. Y ahí sí que agarró un cabreo...
UN VIEJO GRUÑÓN
Las pestes que David Prowse soltó contra Lucas no han sido óbice para que lleve casi un cuarto de siglo paseándose por convenciones de fans, en las que vende sus fotos y autógrafos. Es una reliquia del pasado, porque ahora Darth Vader no es otro que Hayden Christensen.
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