domingo, 18 de agosto de 2013

PERSONAJES: Holly Golightly

Es imposible leer Desayuno en Tiffany's de Truman Capote sin tener la sensación de que fue escrita pensando en la actriz que protagonizó su adaptación al cine. Pero no es el caso. Audrey Hepburn no solo no inspiró la novela, sino que tampoco fue la primera candidata para interpretar a Holly Golightly. Capote confesó que la heroína de su libro estaba inspirada en Carol Grace, actriz de breve filmografía que se casaría con Walter Matthau, y quiso que la encarnara Marilyn Monroe, esa adorable criatura. Pero, para su disgusto, la rubia platino rechazó el papel al considerar que acentuaría su imagen frívola. Finalmente, tras barajarse nombres del peso de Kim Novak, el personaje cayó en manos de Hepburn, que, por aquel entonces, ya era una estrella. Había protagonizado Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), por la que ganó un Oscar, Sabrina (Billy Wilder, 1954) y Guerra y paz (King Vidor, 1955). Estaba de moda.


Las malas lenguas cuentan que la actriz, belga de nacimiento y londinense de adopción, había entrado en el proyecto de Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, Blake Edwards, 1961) a desgana. Cuesta creerlo, pues su interpretación, nominada al Oscar y al Globo de Oro, es impecable. Pero, de ser cierto, Hepburn debió de arrepentirse de su desconfianza hacia la película que la confirtió en una de las actrices mejor pagadas de la época, le abrió las puertas a clásicos como Charada (Stanley Donen, 1963), My Fair Lady (George Cukor, 1964), Dos en la carretera (Stanley Donen, 1967) y Sola en la oscuridad (Terence Young, 1967), y la transformó en un icono estético maravilloso e inmortal. Amén de regalarle un personaje femenino extraordinario. El look de Hepburn en este film no ha envejecido y vuelve con fuerza cada equis tiempo. Actrices como Liv Tyler, Natalie Portman y Penélope Cruz han revivido en las páginas de las revistas la estética chic de Holly Golightly, su elegancia insuperable; y la moda impone cíclicamente sus moños, su flequillo, sus perlas y el corte perfecto de sus vestidos.

Estética a un lado, la protagonista de Desayuno con diamantes chocó en los sesenta por ser una mujer adelantada a su época. Y hoy sorprende porque fue creada hace medio siglo con una sensibilidad acorde a nuestros tiempos. Delgadísima y con una cara perfecta, Holly era mucho más que la veinteañera de campo reciclada en sofisticada neoyorquina que aparenta ser; mucho más de lo que en un principio ve en ella Paul (George Peppard en un papel que rechazó Steve McQueen), el escritor-vividor que se instala en su edificio y se rinde a sus encantos. Bajo su caparazón de chica de compañía adicta al lujo y alérgica al compromiso, se esconde una mujer fuerte, independiente, decidida, curtida pese a su juventud, capaz de superar un mal trago manteniendo la cabeza bien alta. Recuérdese, por ejemplo, su comentario antes de abrir la carta con la que José da Silva Pereira (el español José Luis de Vilallonga), el empresario con quien va a casarse, rompe con ella: "No se puede leer una cosa así sin llevar los labios pintados". George Axelrod en el guión y Blake Edwards en la dirección rebajaron la amargura del libro de Capote, la disimularon con humor. Aun así, la Holly cinematográfica tiene un halo de tristeza que contribuye a hacer de ella uno de los personajes femeninos más ricos y matizados que ha dado la comedia romántica.

ALTA COSTURA
Al principio de Desayuno con diamantes, vemos a Holly Golightly de madrugada, de regreso de una fiesta, contemplando el escaparate de la joyería Tiffany. El mítico vestido negro que luce Hepburn en esa escena, diseñado por Givenchy, fue subastado en 2006 por la friolera de 467.200 libras.

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