lunes, 19 de agosto de 2013

PERSONAJES: Lara Antipova

"Si puedes convencerme de que puede parecer virgen, le daré el papel". Con esta célebre frase lapidaria se desempolvó David Lean a un insistente Carlo Ponti, empecinado en que su mujer, Sophia Loren, se convirtiera en la heroína de la superadaptación de El doctor Zhivago que ambos estaban preparando. Después de ser publicada en Italia (1958) a espaldas de las autoridades soviéticas, la novela significó la culminación de la obra de Boris Pasternak, que ganó el Premio Nobel al año siguiente. Pero en junio de 1964, la Loren era una de las mujeres más deseadas del mundo, tenía 30 años y muy difícilmente hubiera podido encarnar a la muchacha que, al inicio de Doctor Zhivago, no cuenta más de 17 virginales años.


El siempre avispado productor Carlo Ponti había adquirido los derechos de la novela en 1960, el mismo año en que se apagaba la vida de un Pasternak obligado a rechazar el Nobel por el Gobierno ruso, condenado al ostracismo y tachado de traidor mientras su obra magna alcanzaba el estatus de superventas en el resto del mundo. Asociado con la MGM, Ponti quiso desde un primer momento que el director de Lawrence de Arabia (1962) se hiciera cargo de la superproducción que habría de convertirse en uno de los títulos más populares y lucrativos de la historia del cine. Con Omar Sharif contratado para liderar esta gigantesca historia de amor ambientada en los tiempos de la Revolución Rusa, quedaba por ver quién había de robarle el corazón en la pantalla. Barajados los nombres de Jeanne Moreau, Yvette Mimieux, Jane Fonda y Sarah Miles, el papel fue finalmente para Julie Christie, la rubia que se había dado a conocer, junto a Tom Courtenay, en Billy, el embustero (Billy Liar, John Schlesinger, 1963). A Lean le gustó su forma de balancear el bolso, y una llamada a John Ford, con quien la actriz británica había trabajado en El soñador rebelde (Young Cassidy, Jack Cardiff, 1965), film codirigido por Ford pese a que no figuraba en los créditos, acabó por convencerle de que había encontrado a su ansiada Lara. De este modo, la musa del swinging sixties volvió a formar pareja cinematográfica con Courtenay, icono del Free Cinema que, en Doctor Zhivago, se presenta como un joven idealista que habrá de convertirse en su ausente marido y en un sanguinario revolucionario.

Más que un film histórico o político, Doctor Zhivago es la gran epopeya romántica del amor imposible entre el médico comprometido desde siempre con Tonya (Geraldine Chaplin) y la joven que conoce en circunstancias finalmente no tan virginales: a través de un cristal, Zhivago descubre a una Lara besando inequívocamente las manos de Viktor Komarovsky (Rod Steiger), pérfido amante de su propia madre. Para mayor sordidez, esta acaba de intentar quitarse la vida, intuyendo probablemente que su pequeña se ha dejado seducir por el lujo que ha desplegado para ella el poderoso Komarovsky. Pudo haber sido peor. Robert Bolt, dolido por el abandono de su propia esposa, acentuó el trazo amargo de la traición en un primer borrador del guión antes de que Lean le instara a describir a Lara en términos menos peyorativos. En cualquier caso, nada de todo esto impide que la deslumbrante belleza de la heroína de Pasternak le inspire al doctor otra cosa que la más pura de las poesías. A lo largo de las más de tres horas de fastuoso metraje, paralelamente a las convulsiones de aquel tiempo, irán encontrándose y desencontrándose, refrenando virtuosamente sus impulsos o dando rienda suelta a su pasión. Un amor de los que hacen historia.

LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Doctor Zhivago se rodó con mucha imaginación en la España tardofranquista. En una ocasión, pese a que ya eran las tres de la mañana, la Guardia Civil se presentó en el set del rodaje muy alertada por unos cánticos que sonaban a revolución comunista. Algunos creyeron que había caído Franco. Nada más lejos de la realidad.

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